La historia de un cuento

11.06.2025


Los cuentos no solo narran historias. Hay una historia detrás de la creación de cada uno de ellos.

Esta es la historia de la vida de un cuento. Primero, había un gusanito en mi mente que se iba comiendo mi materia gris, mis pensamientos sobre otras cosas que no fueran él, mi sensatez. Cuando ya no quedó nada que comer, me dije que tenía que expulsarlo, la vida no puede ser así.

Saqué el cuaderno y lo escribí de un solo tirón. No lo pensé demasiado, creo que el gusano también tenía ganas de salir, ya aburrido de mi parco cerebro. Después, lo dejé ahí tirado. O arropado por las otras hojas con letras desparramadas que no decían nada interesante.

El cuaderno va conmigo a todas partes, a veces solo de paseo, a veces como un refugio. Mientras lavo los platos (siento que siempre estoy lavando platos) lo miro de reojo. Sé que el cuento me está esperando. Pero también sé que cuando lo vuelva a leer habrá que hacer cambios. Habrá que profundizar cosas, buscar un adjetivo que vaya mejor con la descripción, encontrar el verbo perfecto para la acción que se desarrolla en ese momento.

Edito, corro, borro, cambio. Es un cuento sobre el día en el que aprendí a leer. Es un cuento sobre esa soledad que sentía y se llenó con letras bailarinas que se juntaron. Es un texto sobre uno de los recuerdos que más atesoro. O sobre uno de los mitos de mi existencia mejor construidos por mi cabeza.

Lo vuelvo a editar. Quiero presentarlo a un concurso. Mejor dicho, quiero terminarlo y creo que la fecha límite del concurso me ayudará a trabajar más a prisa. Saco, adorno, sello.

El texto está en una plataforma, pero el tiempo de existencia de esa plataforma se terminó y el texto ha desaparecido. Todo de nuevo. ¿O mejor espero que repongan la plataforma?

No, mejor lo escribo de nuevo. Intento en mi cuaderno recrear lo que ya escribí. Ese primer borrador que hice con tanto entusiasmo es mi muleta. Pero la magia se ha ido, las metáforas ya no salen a borbotones como el agua de una fuente, como las spring waters emergen desde las profundidades de la tierra. Me trabo. Intento. ¡Lo tengo! No, no lo tengo. Ahora es como esa historia que hemos contado miles de veces en una reunión de amigos y ya nos sale gastada, falta de la frescura original del primer relato.

Puedo editarlo de nuevo. Editar por siempre y para siempre, como Kafka. El cuento está en un Word. Lo tenía en un Word, pero me robaron el computador. Ahora, de nuevo, no tengo nada. Ya sin ideas, ya sin magia, ya con el recuerdo deslavado en la memoria, intento.

Todo de nuevo, otra vez. Estoy harta de editar y creo que casi todos los escritores lo están. Todo lo que queda son ideas sucias, son piezas de un puzle que no pertenecen a la misma caja. Ideas inconexas, pegadas con tanto neoprene que huelen mal y se ven peor.

Parafraseando un aforismo ruso: "Escribir un cuento no es un paseo por el campo". Escribir un cuento es doloroso. Escribir un cuento es resistirse constantemente a las comodidades, a las tentaciones de abandonar.

Esta es la historia inconclusa de mi cuento inconcluso. Como en el juego de la oca, volví al casillero cero después de una mala tirada de dados. Voy a cultivar la paciencia y esperar que suban el texto a la plataforma. Seguramente, habrá mucho que editar. Pero lo que me sobra es tiempo: me queda hasta fin de mes para el cierre del concurso y me queda toda la vida para seguir porfiando.


© Celeste Busso Escritora Todos los derechos reservados
Fotos por  Angélica Albuquernque
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