Remando en un mar de dulce de leche
Llevo más de un mes escribiendo un cuento y todavía no logro terminarlo. Tengo un bloqueo de escritura del tamaño del Titanic.

A veces, los cuentos salen de un tirón. Una sentada frente al cuaderno o al computador, y ¡listo el primer borrador! Este no es el caso. Y eso que lo mastiqué durante mucho tiempo, me dio vuelta en la panza, como es mi costumbre. Cuando pensé que estaba listo para salir, empecé a teclear. Pero, luego de un párrafo, ya se me había cerrado el camino. Trabado.
Probé dejarlo unos días, me dije que si lo dejaba descansar, seguro me saldría más fácil. Escribí otras cosas, me fui por las ramas. Volví. Todo seguía igual de trabado.
Entonces, saqué a relucir mis herramientas de escritura creativa. Intenté algo nuevo: pensé en las imágenes que quería que estuvieran en el cuento y comencé a escribir sobre ellas. Olores, momentos, dolores. Páginas y páginas de metáforas en un despliegue descriptivo impresionante. Regresé a la historia, la pincelé con lo que había construido. Todavía no me convencía el resultado, pero avancé unas cuantas páginas en la trama y eso me calmó.
Todavía faltaba. Necesitaba darle una forma al caos de ideas. Intenté en primera persona. Usé el formato de diario íntimo. Días después volví. Al leer, me di cuenta de que escrito en primera persona se perdía mucho de lo que quería contar. Había detalles que tenían que estar ahí, pero que no podía incluir si me limitaba solo a la perspectiva de la protagonista.
Cambié todo a tercera persona y le di una estructura de pequeños capítulos relacionados con cada momento que quería retratar. No estoy convencida aún, pero eso es mejor que lo anterior.
Seguía sin terminar. ¿De dónde sacar más inspiración? Todo escritor tiene que ser buen lector, me repetí como loro. Otro tip clásico para cuando tienes un bloqueo de escritor. Tengo que leer autoras que ya hayan escritor sobre este mismo tema, eso me dará perspectiva. Pensé. Devoré cuentos y novelas. Ninguna me llenaba. Esas voces eran talentosas, sin embargo, me resultaban ajenas.
Después de todo el proceso, de todas las pruebas y técnicas que usé, estoy más confundida que cuando empecé. Y, lo peor, es que ni siquiera he puesto el punto final en esa historia.
Estoy flotando a la deriva en una barca pequeña, tengo dos remos que parecen palitos de helado y el mar es dulce de leche repostero.
En este punto de estancamiento, me pregunto: ¿debería abandonarlo? Hay días en que siento que eso es lo que me dicta este bloqueo. Que esta historia es mala, que nada encaja. Y si no le encuentro la vuelta, ¿de verdad tiene sentido seguir?
Después, me niego. Yo ya hice que esta historia naciera, no la puedo abandonar a medias. Incluso prefiero que quede fea a que quede inconclusa.
Este no es el típico bloqueo de no tener ideas para escribir. La traba en este caso es cómo hacerlo. En medio de este mar pastoso y pesado, con remos débiles, tengo que encontrar el camino hasta la orilla.
¿Tendré que resignarme a avanzar lento? Sé que podría demorar años en tocar la arena. ¿Será mejor moverme a aguas menos espesas?
Hasta el momento de terminar este artículo, no he terminado el cuento. No sé qué será de él. Por ahora, me voy a quedar con esta frase:
Y, por cierto, todo en la vida se puede escribir si tienes las agallas para hacerlo y la imaginación para improvisar. El peor enemigo para la creatividad es dudar de uno mismo".
Sylvia Plath